Por Carmen Osorio Hernández
“Simplemente porque cada persona que pasa en nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá las que se llevarán mucho, pero no habrá de las que no nos dejarán nada” (Jorge Luis Borges).
En este texto me propongo reflexionar sobre algunos elementos que me han dado la fuerza necesaria para hacer frente a prácticas discriminatorias y racistas que dejan una huella profunda y trastocan nuestras vidas.
La raíz encarnada en los valores para construir desde la colectividad
Desde mis raíces oaxaqueñas, la colectividad ha sido fundamental para llevar a cabo acciones comunitarias: la mano vuelta [1], las mayordomías, los tequios, las fiestas patronales etc. Todas ellas son algunas expresiones que se manifiestan en el trabajo colectivo en algunas comunidades de Oaxaca. Estas acciones fomentan el respeto, el compromiso, la solidaridad y la reciprocidad tanto en lo familiar como en lo comunitario. Con base en estos valores, mi proceso de vida se ha ido fortaleciendo y construyendo con mi familia cercana, pero también me ha permitido tejer lazos de amistad profunda, a través de la empatía y la solidaridad con diversas personas que se han cruzado en mi camino y que me han acompañado en mi proceso personal. Con ellas he ido entretejiendo saberes y sentires, incluso cuando tuve la oportunidad de emprender el vuelo hacia la vida profesional y distanciarme de la familia, la fuerza la encontré en la confianza y solidaridad de mis redes de amistades.
Durante esos años, lejos de mi pueblo natal, acompañada de la nostalgia, tuve la fortuna de formar parte de una segunda familia de grandes amigos/as que me abrieron las puertas de su corazón, quienes, a su vez, me brindaron confianza y la posibilidad de construir sueños en colectivo.
Tejiendo redes desde la diversidad
Con la sed de una construcción colectiva, y motivada por mis relaciones con otras mujeres comprometidas con la vida en el campo, tuve la oportunidad de formar parte de la Red Nacional de Asesoras y Promotoras Rurales, cuya misión es “contribuir a la construcción de relaciones equitativas, Justas y respetuosas, acompañando a mujeres Rurales en sus experiencias y demandas en la búsqueda del buen vivir y de la soberanía alimentaria con perspectiva de género, justicia social y ambiental”. En esta Red confluimos mujeres indígenas y mestizas: promotoras, asesoras, académicas, investigadoras y activistas con objetivos comunes, pero con experiencias diversas y con quienes he caminado desde hace más de 20 años. Cada una de las personas que conformamos esta Red aportamos y construimos procesos desde la colectividad, a partir del cuidado amoroso, de nuestras prácticas, la riqueza de saberes y de nuestras historias de vida en diversos contextos con mujeres rurales.
Durante mi estancia en Brasil, en donde hice mi doctorado, tuve la oportunidad de sumarme a esta fuerza colectiva a través del intercambio de experiencias con compañeros/as provenientes de diversas áreas y regiones. Esto me permitió ampliar mis horizontes y tener una mirada más profunda crítica de los procesos sociales, así como la necesidad de generar investigación y acciones concretas que respondan al abanico de desigualdades que se nos presentan en lo cotidiano. Adicionalmente, esta experiencia fue una gran lección de vida en términos de crecimiento personal, reconocimiento de capacidades, afirmación de mi identidad como mujer indígena oaxaqueña y revalorización de mis raíces culturales.
Pese a la distancia, siempre mantuve el deseo por el reencuentro de personas con objetivos comunes, con la idea de ampliar mis redes y los lazos de amistad, porque estoy convencida que es ésta una de las fuentes para poder construir sueños, explorar nuevos horizontes, sumar experiencias y fortalecer vínculos. Con esta idea, en el 2010 me integré a la Red de Investigadoras/es indígenas de los Pueblos Indios de México, conformada por mujeres y hombres profesionistas originarias/os de diversos pueblos indígenas, cuyo objetivo era contribuir de forma individual y colectiva a favor de la justicia social, con el fortalecimiento de los derechos y el desarrollo con identidad de los pueblos y comunidades indígenas de México. A partir de mi colaboración con esta Red, tuve la oportunidad de fortalecer mi identidad, el sentido de la colectividad y aportar desde la riqueza y la diversidad cultural. Si bien mi paso por esta Red fue efímera, fue un detonador para transitar hacia los espacios de incidencia, a través de mi participación en la Asamblea Nacional Política de Mujeres Indígenas, la cual es una articulación nacional de diversas redes de mujeres que promueve los derechos de las mujeres indígenas desde la perspectiva intercultural y de género. Durante mi participación en este colectivo, tuve la oportunidad de implementar acciones de incidencia y reflexionar sobre la falta de reconocimiento de los derechos de las mujeres y la participación política en diversos escenarios.
Estas experiencias de vida me han enseñado que para seguir luchando y caminando hacia un mundo justo e incluyente, es importante fortalecer estrategias de articulación con diversos colectivos, generar nuevos conocimientos y sumar acciones, considerando y promoviendo la tolerancia y el respeto a la diversidad, pese a la complejidad que ello conlleva.
Entonces, mi paso por cada uno de estos colectivos me ha permitido reconocer y confirmar que responder a las múltiples desigualdades sociales de género, etnia, clase social, entre otras, implica dialogar de manera constructiva. Además, implica actuar desde una mirada integral e inclusiva, por el reconocimiento de nuestros derechos como seres humanos. como mujeres con identidad propia, desde una ciudadanía crítica y consciente para incidir y construir desde la fuerza colectiva hacia una sociedad justa y libre de prejuicios, de discriminación y de actitudes racistas.
[1] En algunas regiones de Oaxaca como en la mixteca, esta expresión significa trabajo (no remunerado) colectivo en la milpa.
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