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Estrategias de resiliencia que me sostuvieron en el andar

Por Miriam Uitz May




Confieso que la palabra “Resiliencia” apenas la escuché y la comprendí a partir de la reflexión de las historias compartidas en la red de mujeres profesionistas indígenas. Leyendo su significado me di cuenta que hace años que la vengo practicando. Por eso, compartiré las cuatro estrategias de resiliencia que me sostuvieron en mi andar por este camino espinoso y por las cuales he podido enfrentar situaciones traumáticas derivadas de la discriminación y el racismo.


En lo personal, la primera y muy importante ha sido mi fe en Dios, que es y será uno de los pilares que mantienen mi vida en equilibrio. Para mí, el saber que existe un Dios cuya compañía es permanente y quien me ha formado con todas las capacidades para manifestar el amor, el poder y el dominio propio, me ha dado fortaleza y valor para demostrar de qué madera estoy hecha, enfrentando así burlas o circunstancias en las que se han puesto en duda mis capacidades. Aunque han sido experiencias amargas que me han dolido y que muchas veces me han dejado devastada anímicamente, también las veo como un aporte a mi personalidad. Con esas experiencias he podido entender que los sufrimientos no son más que pruebas con las cuales he forjado mi carácter y avanzar hacia mi meta.


Muy relacionado al primer punto, están los valores que desde el seno materno me fueron cimentados y que echaron raíces muy fuertes. Son como el árbol de ceiba que se mantiene firme a pesar de los vientos provenientes desde los cuatro puntos cardinales. Es decir, el tener muy enraizados mis valores me ha permitido hacer comparaciones, filtrar y desechar pensamientos que no aportan en mi construcción personal y espiritual.



La tercera estrategia está vinculada a las relaciones cercanas con personas quienes me ayudan a construir y mejorar mi propia percepción de mí misma. La primera es mi madre quien terminó una carrera técnica con muchos esfuerzos, pero con ello se volvió la primera enfermera de mi pueblo. Su ejemplo me mostró otra forma de pensar y vivir diferente, dándome la oportunidad de estudiar y conseguir una formación de posgrado. Otra persona importante ha sido mi esposo, aunque pertenece a otro pueblo originario, rompe con los paradigmas del hombre machista del pueblo y, por el contrario, me anima a continuar con mis estudios respetando mis decisiones y mis tiempos. Por último, mis amigos(as) que no necesariamente pertenecen a un pueblo originario, pero que tienen el mismo sentir, fe y han pasado por experiencias discriminatorias y racistas. En cada etapa de mi vida estas personas han aportado de manera significativa en la construcción de mi identidad.


Como última estrategia, pero no menos importante, es el autoconocimiento. El ejercicio de reflexionar sobre mi persona y mis acciones es muy reciente, ya que anteriormente me daba miedo pensar en mis fortalezas y, sobre todo, en mis debilidades. La negativa de reflexionar sobre mí misma está relacionada a los comentarios negativos sobre mi fisonomía indígena al grado de no quererme ver en un espejo, pues no me gustaba cómo me percibía. Sin embargo hoy, en este punto de mi vida, valoro quién soy y sobre todo, mediante la deconstrucción y construcción de mi pensar y sentir, me siento más segura de mí misma y de las decisiones que tomo.


Para mí, la fe que practico desde adolescente y más aún en momentos duros de mi vida, así como mis virtudes y capacidades han sido dotadas por Dios, guiando mi camino para poder hacer mejor las cosas y tener dominio propio con el cual identificar y manejar mis emociones de la mejor manera posible.



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