Por Carmen Osorio Hernández
Expresiones racistas en un mundo totalmente ajeno y diferente a mis costumbres
En retrospectiva, puedo ubicar algunas experiencias de discriminación y racismo que enfrenté en diversos momentos claves de mi vida, incluso aún sin nombrarlas racistas. Mi primera experiencia es parte del proceso de migración que me llevó a la edad de ocho años, cuando mis hermanos decidieron que saliera de mi comunidad acompañada de mi tía, a la Ciudad de México. En ese momento y lugar, donde me enfrenté a un mundo totalmente ajeno y diferente a mis costumbres. En ese entonces, suspendí el segundo año de primaria en la escuela de mi comunidad en el Estado de Oaxaca para ingresar al tercer año a una escuela ubicada en la colonia Roma en la Ciudad de México. A partir de entonces tuve muchos sentimientos encontrados, me sentía triste, aislada, quizá porque no entendía ese mundo citadino, porque no hablaba bien el español como el resto de los alumnos. Recuerdo que era objeto de burla de mis compañeros/as: mi color de piel y hablar mi lengua materna me delataban. En fin, era evidente la diferencia, era profunda la discriminación y el racismo en ese ambiente citadino.
Recuerdo a mi profesor de tercer año, quien se refería a mí como “niña de pueblo, no tienes la capacidad de aprender, no tienes cómo competir”. En ese momento lo único que quería era dejar de estudiar y regresar a mi pueblito. Esa expresión dañó profundamente mi autoestima. Así empezó el proceso de dejar de hablar mi lengua, la negación a mi identidad, a reconocerme como mujer Ñuu Savi (que es Mixteco y en Español significa pueblo de la lluvia,).
Sin embargo, al ingresar al cuarto año de primaria, la situación fue diferente.
Esa autoestima que estaba por “los suelos” poco a poco se fue levantando gracias a las palabras de la maestra Margot, quien decía que “a pesar de venir de un pueblo lejano podía aprender igual al resto de mis compañeros”. Ella trataba siempre de ponerme de ejemplo, de reconocer mis habilidades y reconocer mi origen. Cada día, me sentía más incluida en el grupo, obtenía buenas calificaciones. Quizás era que ya estaba entendiendo la dinámica de convivencia en este nuevo escenario. Por su puesto que cada una de estas expresiones fue dejando una huella imborrable en mi memoria, sin embargo rescato la importancia de cómo el trato de una persona puede influir también en los cambios personales para hacer frente a las prácticas racistas.
Del Racismo profundo al reconocimiento de mi identidad
Ya consciente de lo que implicaba el racismo y del reconocimiento de mis derechos, pude responder ante otros hechos que me dañaron el alma. Durante mis estudios de doctorado en Brasil, me enfrenté a la experiencia común de racismo a través de diferentes expresiones que emanaban de personas que no conocían la diversidad y riqueza cultural de México. Por ejemplo, mis rasgos indígenas y mi acento eran suficientes para preguntar si era India, Peruana, Boliviana o a qué “tribu” pertenecía. En este sentido, cuando respondía que era mexicana, a veces notaba expresiones de extrañeza debido a que existen estereotipos impregnados que definen a las personas. Al darme cuenta de esto, sentí que era necesario hablar sobre mi pueblo de origen, reconocerme aún más como mujer Ñuu Savi, valorar y sentirme más orgullosa de la riqueza multicultural, biológica y gastronómica de México y que por diversos motivos no me daba cuenta hasta encontrarme en aquellas lejanas tierras. En este sentido, ese racismo profundo, dejó de ser un lamento para convertirse en una oportunidad para reconocer y reafirmar mi identidad.
Finalmente, desde mi experiencia en la práctica docente, también el racismo se expresa en la asignación de las plazas, las cuales son cooptadas por las relaciones de amiguismos, o por derecho de antigüedad; pero no se toma en cuenta el reconocimiento a la trayectoria profesional, a las habilidades y cualidades humanas y mucho menos a la apuesta de los equipos multidisciplinarios. El racismo como fenómeno histórico y estructural se manifiesta en diversas prácticas y en las relaciones sociales de la vida cotidiana, así como en las diversas instituciones académicas. En este sentido, las mujeres de comunidades indígenas tenemos que hacer mayores esfuerzos para responder ante las prácticas discriminatorias, racistas y sexistas, pero también eso nos hace ser más resilientes. Por lo tanto, es importante sumar esfuerzos colectivos y seguir alzando la voz para evidenciar y denunciar esas prácticas que dejan una huella profunda y trastocan nuestras vidas.
Mi querida amiga Carmen.
Me dió mucho gusto leerte y para mí es un motivo de orgullo que existan Mujeres como tú, admiro la fuerza, orgullo y valor que transmites, el azar de la vida quiso que nuestros caminos se cruzaran hace 15 años por un en Guarulhos Sao Paulo y desde entonces admiré tu fuerza y determinación poniendo en alto el nombre de México en el Brasil.
Rafa
Muchas gracias por compartir tu experiencia. Qué importante alzar la voz porque la ignorancia sobre estos asuntos hace fácil que se repitan estas prácticas nocivas Y nos vuelve a todos un poco cómplices
Carmen super interesante tú experiencia, al leerte se me vino a la mente de lo importante que es la labor de un docente como "Margot", de esas necesitamos más en la vida de las niñas y niños.